Sostenibilidad
Coche híbrido y coche eléctrico: diferencias de consumo
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Nuestros hábitos de consumo tienen efectos muy perjudiciales en el medio ambiente, que a largo plazo contribuyen a elevar la temperatura del planeta y favorecer el cambio climático. ¿Quieres saber cómo detenerlo? En la entrada de hoy vamos a hablar de la huella de carbono. Veremos qué es, cómo se calcula y las distintas emisiones más contaminantes que existen en la actualidad.
La huella de carbono mide el número de emisiones contaminantes, como los gases de efecto invernadero, que cada uno de nosotros provoca a lo largo de su vida. Está relacionado con el consumo energético, el tipo de transporte que usamos, la alimentación y otras costumbres cotidianas. El total se expresa en toneladas de CO2 por individuo.
Según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el ser humano es el responsable en un 95% del calentamiento global. Las consecuencias son numerosas. Desde un incremento notable del nivel del mar por la descongelación de los glaciares polares. Hasta un aumento de los gases que están en el origen del efecto invernadero.
La mayor parte de estos gases contaminantes están formados por CO2 debido a la combustión de combustibles fósiles. Estas sustancias quedan retenidas en la atmósfera y absorben parte del calor geotérmico del planeta. Provienen en su mayor parte del transporte y la industria. Motivo por el cuál en los últimos tiempos se están desarrollando motores eléctricos y otras alternativas energéticas limpias y renovables. Como es el caso de la eólica o los paneles fotovoltaicos.
Pero no es el único culpable. También tenemos que tener en cuenta el vapor de agua o H2O, que está provocado por la ebullición del agua y absorbe gran cantidad de rayos ultravioletas. El metano o CH4, producto de la descomposición vegetal y que es 20 veces más contaminante que el CO2. O el óxido de nitrógeno (NOx), formado por gases binarios resultantes de las altas temperaturas. Sin olvidarnos de los clorofluorocarbonos (CFC). Hidrocarburos saturados obtenidos por la sustitución del hidrógeno por átomos de flúor y cloro. Que son muy habituales en todo tipo de aerosoles.
Según un informe realizado el pasado mes de marzo de 2019 por Greenpeace, nuestro país es especialmente vulnerable al cambio climático y está experimentando ya los primeros efectos negativos. El nivel del mar ha aumentado. Y se espera que esta tendencia se mantenga a lo largo del siglo XXI, en torno a los 50 o 60 centímetros. Esto supondrá la pérdida de numerosas playas, especialmente en la costa cántabra y ciudades como Barcelona, Málaga o Valencia.
Otra consecuencia del cambio climático y el aumento de los gases invernaderos es la sequía. Es decir, reservas hídricas insuficientes que son el primer paso para la desertificación del terreno. O las olas de calor, que son cada vez más habituales en nuestros días desde 1975. Greenpeace prevé veranos cada vez más calurosos en España. Algo que se evidencia por ejemplo en las hojas rojas de las encinas, un síntoma de agotamiento que puede poner en peligro a toda la especie. Si no se toman medidas al respecto, para 2100 se calcula que las olas de calor podrían durar más de 3 meses al año.
Antes hablábamos del aumento del nivel del mar. Esto está estrechamente relacionado con la pérdida de glaciares. Pero no es algo exclusivo de los polos. La península ha perdido casi un 80% del hielo de los Pirineos durante el siglo XX. Y se estima que para 2050 algunas cimas tradicionalmente nevadas de nuestra geografía podrían dejar de serlo para siempre.
También se eleva el número de inundaciones. Ya que las olas de calor suelen estar asociadas a las lluvias torrenciales. Y debido a la masiva presencia del ladrillo en nuestras costas, la degradación de los litorales avanza a pasos agigantados. Solo en las islas Baleares, se ha perdido más de la mitad de la vegetación de las riberas en los últimos 10 años.
Finalmente, vamos a hablar de los incendios forestales. Que cada vez son más frecuentes y afectan a superficies mayores. De nuevo, el hombre es el principal causante directo e indirecto. El cambio climático se traduce en un descenso de las precipitaciones anuales, lo que terminan agostando el suelo y facilitan la propagación del fuego. ¿El resultado? Incendios cada vez más potentes e intensos que superan las posibilidades de los servicios de emergencias. Y acaban con numerosas especies animales y vegetales.
Las bolsas de plástico que te dan en el mercado. El vehículo que usas para ir al trabajo. E incluso un simple correo electrónico. Todo lo que haces en tu día a día tiene su incidencia en la naturaleza, que es lo que conocemos como huella de carbono personal. ¿Para qué queremos conocerla? Para saber lo que contaminamos y todo lo que podemos hacer para reducirla.
O al menos compensarla, usando métodos de obtención de energía alternativos a los combustibles fósiles. Que se caracterizan por ser sostenibles y 100% ecológicos, desde la obtención de la materia prima hasta la llegada a los consumidores finales. Como es el caso de la energía hidroeléctrica o la geotérmica.
En Internet existen muchas herramientas distintas para realizar el cálculo de la huella de carbono. Pero la más fiable es la calculadora creada por Jean-Marc Jancovici, ingeniero especializado en el cambio climático. Incluye numerosas variables para calcular las emisiones de CO2 en función de nuestras actividades cotidianas. Divididas en grandes segmentos como el alojamiento, transporte, alimentación y consumo.
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